El Real Monasterio de Santa María de Veruela (este es el nombre completo) fue la primera fundación de la Orden Cisterciense en el Reino de Aragón (s. XII).
Situado en las cercanías de Vera de Moncayo (Zaragoza), este monasterio puede presumir de haber sido uno de los más importantes de la orden del Císter en España, y con un grado de conservación muy bueno (mantiene una gran parte de sus estructuras iniciales de los siglos XII y XIII).
El monasterio de Veruela se encuentra junto a Vera de Moncayo, justo a las puertas del Parque Natural de la Dehesa del Moncayo. Un punto de Aragón muy próximo a Castilla (provincia de Soria) y Navarra.
Además de albergar el Museo del Vino de la D.O. Campo de Borja, el monasterio desarrolla una intensa actividad cultural a lo largo del año, con conciertos, exposiciones, teatro o eventos concretos.
La visita del monasterio transcurre por diferentes estancias, y va desde el claustro (s. XIV) hasta la iglesia abacial (s. XII-XIII), pasando por diferentes salas y dependencias, tales como la sala capitular, abacial, de los monjes, el refectorio, la cocina, la cilla, el lavabo o el armarium o despensa.
Origen e Historia del monasterio de Veruela
La orden del Cister fue fundada en la Francia de 1098 por Roberto de Molesmes que levantó una abadía cerca de Dijon, en un lugar donde se encontraba la antigua villa romana de Cistercium (Citeaux). La característica de los cistercienses, conocidos como monjes roturadores, es una observancia estricta de la regla benedictina y organizan sus monasterios como centros económicos y agrícolas autosuficientes. Son conocidos como los monjes blancos en contraposición a los benedictinos que son conocidos como los monjes negros, en razón del color de los hábitos que usaban. Buscaban la soledad y el aislamiento y erigían sus monasterios en zonas de abundancia de aguas.
La fundación cisterciense del Monasterio de Veruela data del año de 1145. El lugar era adecuado para una fundación del Císter gracias a lo retirado del lugar y a la abundancia de agua que provee el río Huecha.
No hay que pensar que el deseo cisterciense de regresar a la vida austera y recogida elegida por San Benito varios siglos antes, llevara a estas comunidades a la pobreza. Todo lo contrario, los monasterios medievales fueron auténticos poderes feudales -y el Císter no fue una excepción- por lo que el Monasterio llegó a ostentar la posesión de numerosas poblaciones en los alrededores de Tarazona y Borja: Ainzón, Alcalá de Moncayo, Vera de Moncayo, Bulbuente, Litago, etc.
Todos los monasterios del Císter eran idénticos, daba igual que estuvieran en el Reino de Aragón, en Castilla o en Inglaterra. Sus edificios seguían el mismo patrón y disposición, vestían igual, se organizaban por la regla de san Benito y se comportaban de la misma manera. Podemos decir, que estos monasterios fueron la primera multinacional de la historia.
Durante la contienda entre Aragón y Castilla (La Guerra conocida como «de los Dos Pedros») las tropas castellanas ocuparon el monasterio y destruyeron el claustro románico, que debió ser reconstruido tras la finalización de las hostilidades (último tercio del siglo XIV) mediante los donativos de la familia Luna.
La primera mitad del siglo XVI es un momento de gran auge del monasterio y se acometieron importantes reformas, como la reconstrucción del recinto amurallado que daba protección a la comunidad, aunque se mantuvo la torre del homenaje medieval. También se modificaron las bóvedas del dormitorio y del refectorio de los monjes y se añadió el segundo piso de galerías por encima de del claustro gótico. Otra importante obra fruto de esta época fue la edificación del palacio abacial fuera de la estructura claustral, en concreto, junto al acceso del monasterio.
En el siglo XVII se acomete la construcción de un nuevo espacio de reposos para los monjes, construyéndose un total de 65 celdas individuales alrededor de un nuevo claustro barroco. También se lleva a cabo la espectacular sacristía nueva.
La ruina del monasterio comenzó con la invasión francesa de 1808 cuando los monjes fueron expulsados de sus conventos por las nuevas autoridades francesas. En 1814 tras ser derrotados los franceses, los monjes de Veruela regresan al monasterio para volver a ser expulsados en 1820, esta vez por el rey Fernando VII. Regresan en 1824, pero esta vez de manera efímera ya que con el decreto de Desamortización de Mendizábal de 1835 los monjes tienen que abandonar definitivamente el monasterio para no volver jamás.
Con la desaparición de los cistercienses del monasterio por la desamortización de Mendizábal, el monasterio entra en una fase de abandono y ruina. Por fortuna, a diferencia de otros cenobios medievales españoles que quedaron abandonados a la ruina y el expolio a partir de ese momento, el de Veruela se mantuvo en buen estado gracias a la formación de una junta de conservación formada por algunas personas de Tarazona y Borja que impidieron su ruina total y merced a la creación de una importante hospedería frecuentada por la alta sociedad aragonesa y otros ilustres hombres de la segunda mitad del siglo XIX.
El monasterio tuvo como habitante ocasional en diversas ocasiones, entre finales de 1863 y mediados de 1864 al poeta romántico sevillano Gustavo Adolfo Bécquer; se conserva la celda donde estuvo hospedado y en la cual escribió una de sus novelas más recordadas «Cartas desde mi celda». También le acompaño su hermano Valeriano que era pintor de profesión.
En abril de 1877 el monasterio pasa a manos de los jesuitas que ocuparon el monasterio hasta 1973 en que pasó a propiedad de la Diputación de Zaragoza. Durante la II República Española y hasta la finalización de la guerra civil, el monasterio fue abandonado por los jesuitas al ser expulsados de España. Después de la contienda volverían a ocupar el convento.
En la actualidad, pertenece a la citada diputación que lo mantiene abierto al público, complementándolo con actividades culturales como conciertos y exposiciones.
Características del monasterio de Veruela
Una de las fascinantes particularidades del monasterio de Veruela es que nos permite recorrer, en un solo edificio, la evolución de los principales estilos artísticos cristianos de la Edad Media.
Antes de entrar vale la pena pararse a contemplar la conocida como Cruz Negra, llamada así por ser este el color de la piedra con la que está construida. También recibe el nombre de Cruz de Becquer. Levantada en 1561 por el abad Carlos Cerdán Gurrea (1561-1586) cuyas armas o escudo podemos contemplar en dos de las caras de la pilastra acanalada sobre la que se levanta la cruz y bajo un soporte de reminiscencias góticas. Era el símbolo del poder temporal del monasterio ya que los abades imponían la justicia civil y criminal sobre su señorío que era muy extenso.
Como ejemplo de edificación cisterciense, se halla totalmente rodeado por una alta muralla jaleada por torreones. Para construirla se utilizó piedra de calidad y bien trabajada, se contó con buenos artífices que llevaran a cabo un plan monástico donde estaba estudiado hasta el último detalle: funcional, armónico y cuya desnudez formal no impide que se creen espacios de una belleza sin igual, impactante en su propia sobriedad.
La entrada se realiza por un arco abierto en el muro rematado por almenas piramidales. Este arco lleva a la verdadera entrada del monasterio. Esta barbacana se levantó para dar mayor protección a la puerta en 1546 y aún se puede observar el hueco donde se sujetaba la puerta que cerraba esta barbacana.
La verdadera entrada al monasterio o más propiamente al recinto cercado se realiza a través de una torre puerta. Esta es de planta cuadrangular construida en el siglo XIII. En este ingreso podemos ver los escudos de Hernando de Aragón (Zaragoza 1498 – Zaragoza 1575), abad de Veruela entre 1535 y 1539 y las del abad Lope Marco entre 1539 y 1560, durante cuyo abaciato se construyó el segundo cuerpo y muchas de las estancias del monasterio.
En esta torre puerta tenía su celda el portero del convento y en su interior se conserva una pequeña capilla dedicada a San Bartolomé con unas interesantes pinturas del gótico temprano.
Traspasada la puerta y a lo largo de un paseo podemos ver a nuestra derecha una gran construcción, es el palacio abacial construido en la segunda mitad del siglo XVI.
Al final del paseo nos encontramos con la iglesia y más concretamente con su portada románica de finales del siglo XII.
La iglesia, de proporciones catedralicias, consta de tres naves de gran altura, con una mágica combinación de elementos arquitectónicos como arcos y columnas que sostienen las bóvedas para dar forma a uno de los espacios más bellos que se construyeron en la Edad Media.
A los pies de la iglesia se alza la torre campanario, llamada de Santiago, formada por cuatro cuerpos, los dos inferiores de origen románico, mientras que los dos superiores siguen las pautas mudéjares con el uso del ladrillo tan propio de la zona de Aragón. Fechada en los siglos XVI y XVII.
Una de sus joyas es su impresionante claustro, llamado el “jardín de piedra”. Los vanos abiertos en el claustro se decoraron con bellos capiteles tallados, la mayoría con motivos vegetales pero también algunos figurados; y se colocaron gárgolas de desagüe de las lluvias con formas fantásticas. Alrededor del claustro se distribuyen todas las dependencias.
El acceso al claustro desde la iglesia se realiza a través de un vano (siglo XIII) formada por un arco de medio punto situado en el muro sur cerca del transepto. Esta era conocida como puerta de los monjes.
El claustro está dispuesto en dos alturas: el claustro bajo y el alto. El claustro bajo fue realizado en el siglo XIV, después del año 1366, pues se sabe que durante la Guerra de los dos Pedros, entre Castilla y Aragón, el monasterio y el claustro fue asaltado por las tropas castellanas.
Junto a la portada de comunicación entre el claustro y la iglesia, adosados al muro encontramos tres sarcófagos de piedra correspondientes de los fundadores del monasterio.
La construcción de la sala capitular, de planta cuadrada, esta datada de comienzos del siglo XIII. En la sala capitular están enterrados en el suelo los primeros quince abades del monasterio. Junto a la sala capitular encontramos el locutorio, una larga y estrecha habitación donde del abad se encargaba de distribuir las tareas diarias.
El Sriptorium o Sala de monjes está formada por una amplia habitación de planta rectangular. Este lugar era donde los monjes copiaban manuscritos o estudiaban. Comunicado con esta sala, hay una pequeña sala destinada a letrinas (siglo XIII).
El refectorio, de planta rectangular, se construyó en dos fases entre el s XIII y XVI. Como es habitual en los monasterios cistercienses adosado al muro encontramos el púlpito (realizado en 1546) para las lecturas sacras que se realizaban durante las comidas.
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